Hoy leí este texto de Jeff Foster (¡un genio Jeff!) y automáticamente lo asocié a los centros abiertos y sus mecánicas. A cómo la mente nos habla desde esos centros sin definir y pasamos a ser mansas ovejitas para seguir la senda del No-Ser sin chistar.

“Según parece, los seres humanos podemos hacernos adictos prácticamente a cualquier cosa. Nos hacemos adictos a las drogas, al tabaco, al alcohol, al juego, a los sedantes, a comprar, a Internet, y a los videojuegos, a los deportes extremos y peligrosos, a la comida, al sexo, a la fama, al poder, a tener razón… Nos hacemos adictos a las relaciones, a estar constantemente con gente, a seguir en contacto con ella a través del teléfono móvil las 24 horas del día, a poner constantemente al tanto de nuestras vidas a todo el mundo en Facebook y en Twitter, a asegurarnos de que saben que existimos y continuamos existiendo… Podemos hacernos adictos a la espiritualidad, a la meditación, a los gurús, a los retiros y a los libros. Nos hacemos adictos a nuestras carreras profesionales, a trabajar un número disparatado de horas al día haciendo cosas con las que ni siquiera necesariamente disfrutamos. Y no siempre es porque necesitemos tanto dinero que no nos queda otro remedio que trabajar así; es mas denso, trabajamos debido a conceptos abstractos como el estatus, el prestigio, el deber, la seguridad…, cosas en las que supuestamente hemos de creer, ya que todo el mundo parece creer en ellas. ¿Nos hemos preguntado alguna vez si nosotros creemos en ellas y por qué?

Somos adictos a objetos materiales, a sustancias, a sistemas de creencias, a otras personas, pero en la raíz de todas estas adicciones está nuestra adicción principal: la adicción a nosotros mismos. Somos adictos al relato de “mí”. Somos adictos a mantener esa imagen de nosotros y a defenderla a muerte, a realizar trabajos constantes en esa imagen, a mejorarla, comparándola y contrastándola con otras imágenes; a crear la imagen perfecta, a completarla antes de morir y a asegurarnos de que los demás tengan esa imagen de nosotros incluso después de que hayamos muerto. En este sentido, todos somos adictos, nos guste o no, tengamos o no un diagnóstico clínico de adicción.”
– Jeff Foster (Un extracto de ‘La Más Profunda Aceptación’)

En ese texto se refleja toda la cháchara del No-Ser, esa voz que emana desde los centros sin definir sin parar, automática. La tenemos tan integrada que es difícil a veces percibirla. El mas poderoso, el Ego, casi el 70% del planeta tiene el centro del Ego sin definir. “Somos adictos al relato de mi” nos cuenta Jeff, E. Tolle nos habla de “las historias del pequeño yo” pero es la mente la que en este caso en particular a través del Ego nos susurra “tienes que demostrar, tienes que mejorar, ésta es la decisión correcta pues si haces esto la gente sabrá que eres valios@, inteligente, buen@ (rellenen con lo que quieran)”. Depende de cuales sean los centros sin definir como se armará el combo del mensaje que se vaya montando en nuestra cabezota. Les anexo una diapositiva con las consignas de cada centro en blanco.

monologo centros sin definir

Por eso, desde esos lugares nunca podemos tomar decisiones correctas ya que construyen historias que ¡no son ciertas! Son meras proyecciones de “si hago esto… seguramente/tal vez obtenga aquello” nada mas.

Las decisiones correctas vendrán desde la aplicación de nuestra Estrategia, a cada un@ la suya. Lleva tiempo dominar la Estrategia, en realidad, llevamos una vida viviendo al revés por eso nos va a llevar un tiempo poder “domar” la Estrategia. Los cursos – Vivir Tu Diseño para comenzar- nos brindan dinámicas y ayuda para tomar consciencia de quienes somos y de como vivir mejor con nosotr@s mism@s. Amarse no es automático pues no sabemos hacerlo, hay que aprender, y en este caso hay que desaprender para poder aprender desde un lugar sano. Limpiar nuestro jardín de yuyos. Un ejercicio fascinante. ¡Todo lo que sea para mí es fascinante!

Yo encuentro que el Diseño Humano es la mejor guía para salir de las adicciones que tod@s vivimos a diario de una u otra manera. ¡Y brindo por ello!

Ámense hasta el infinito.

Alejandra Perciavalle

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